¿Utopía o Distopía? ¿Futurismo o Cyberpunk?
Hace décadas, vivíamos en el ensueño de lo que vendría. Expectantes ante cada avance científico que revolucionaba el mundo con cada parpadeo. Imaginábamos una vida donde la tecnología ilimitada eliminaría nuestros problemas más básicos, esos que el pensamiento colectivo consideraba universales.
Autores de distintas disciplinas convergieron en una idea común: la llegada del “último humano”, una figura satisfecha, sin grandes ideales por los que luchar, disfrutando los frutos de miles de años de sacrificio. Ciencia y tecnología serían los nuevos motores de la sociedad, superando las guerras ideológicas que nos habían desgarrado. Avanzaríamos. Transformaríamos la sociedad. Enfrentaríamos desafíos éticos y políticos desde una escala moral superior y nada más.
Pero hubo un problema. Nada de eso ocurrió. O peor: la sociedad cuestiona menos, se deja llevar por algoritmos cíclicos, y la tecnología resolutiva está cada vez más del lado de quienes pueden pagarla. ¿Y el resto? Que siga consumiendo. No se darán cuenta hasta que... No, no nos daremos cuenta.
Literatura como advertencia:
En la literatura, encontramos obras que anticiparon este giro:
- "La rebelión de las masas", de Ortega y Gasset: “El hombre-masa no quiere dar razones ni que se las den. Vive en una perpetua disposición a imponer sus opiniones.”
- "El fin de la historia y el último hombre", de Francis Fukuyama: “La historia ha terminado. Lo que queda es administrar el aburrimiento.” (La utopía liberal como punto muerto.)
- "El choque de civilizaciones", de Samuel Huntington: “La política global del futuro estará dominada por el conflicto entre civilizaciones.” (La cultura como nueva frontera bélica.)
- "Nosotros", de Yevgueni Zamiatin: “La libertad y la criminalidad son inseparables.”
- "El dador", de Lois Lowry: “Cuando la gente tiene libertad para elegir, elige mal.”
- "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", de Philip K. Dick: “La empatía es lo que nos hace humanos.”
- "QualityLand", de Marc-Uwe Kling: “El sistema sabe lo que quieres antes de que lo sepas tú.”
- "La naranja mecánica", de Anthony Burgess: “¿Puede el hombre ser bueno si no puede elegir?”
- "Ensayo sobre la ceguera", de José Saramago: “Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, y eso es lo que somos.” (La ceguera como metáfora de la indiferencia.)
- "Frankenstein", de Mary Shelley: “¿Quién es el verdadero monstruo?”
- "Carbono alterado", de Richard Morgan: "La muerte ya no es el fin. Solo un cambio de cuerpo." (La inmortalidad como mercancía.)
- "Neuromancer", de William Gibson: “El cielo sobre el puerto tenía el color de una televisión sintonizada en un canal muerto.”
- Y la triada totalitarista: "Un mundo feliz", "Fahrenheit 451" y "1984".
¿Qué conectan todas estas obras?
- La ciencia como herramienta de control.
- La uniformidad como pérdida del individuo.
- La felicidad como ilusión para eliminar la libertad.
- Conflictos éticos sobre el libre albedrío, la memoria y el deseo.
Futurismo vs. Cyberpunk:
No confundamos “futurismo” con ciencia ficción. El futurismo fue un movimiento artístico que exaltaba el progreso, la máquina y la juventud. Tenía un optimismo desmedido por la tecnología y una estética agresiva, veloz y metálica.
El futuro, en cambio, no es un concepto obvio. Es una construcción cultural, una proyección que creamos con candor (en la mayoría de los casos, al menos eso espero). Los directores comenzaron a retratar ideas que se alejaban del futurismo brillante y se acercaban cada vez más a la distopía Cyberpunk.
¿Qué es el Cyberpunk?
El Cyberpunk es un subgénero de la ciencia ficción que explora futuros distópicos dominados por tecnología avanzada, decadencia social y megacorporaciones. Su lema no oficial: “Alta tecnología, baja vida.”
El término fue acuñado por Bruce Bethke en 1983, pero se consolidó con Neuromancer de William Gibson. Surgió en los años 80 como respuesta crítica al optimismo tecnológico. Sus influencias:
- Paranoia post-Vietnam y Guerra Fría
- Auge de las computadoras personales
- Miedo al control corporativo
- Pérdida de identidad
- El punk como actitud: rebelión, marginalidad, estilo callejero
El séptimo arte y el giro distópico:
Tras la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo y el comunismo triunfaron sobre el fascismo, dando paso a la Guerra Fría. En los 80s, nacen películas, cómics, animes y libros de ciencia ficción centrados en óperas espaciales: Star Trek, Star Wars, Los Supersónicos. Futuros brillantes donde todo era posible.
Incluso la Unión Soviética imaginó futuros comunistas automatizados. Casas inteligentes, autos voladores, exploración espacial. Nadie nos detendría… o eso creíamos.
Entonces llegaron Blade Runner, Akira y Neuromancer. Nos metieron ese bichito incómodo que te despierta cuando estás a punto de quedarte dormido (te hablo a ti maldito zancudo de verano). El Cyberpunk nos dio la medida exacta del capitalismo desmedido. Se convirtió en una advertencia: Las corporaciones tienen más poder que los gobiernos.
Cine que despierta:
- "Blade Runner" (1982), de Ridley Scott: "He visto cosas que ustedes no creerían.
Ataques de naves en llamas más allá de Orión..." (Y sin embargo, todo eso se perderá...
como lágrimas en la lluvia. ¿Qué es más humano que saber que vamos a desaparecer?)
- "Mr. Robot" (2015), de Sam Esmail: “La sociedad ha sido hackeada. Nos vendieron una versión de la realidad, y la aceptamos sin leer los términos y condiciones.”
- "Gattaca" (1997), de Andrew Niccol: “No hay gen para el espíritu humano.”
(La genética puede predecir tu colesterol, pero no tu voluntad de romper el sistema.)
- "Her" (2013): “La gente siempre dice que no pueden vivir sin alguien... Yo creo que eso es mentira.”
(¿Amor o dependencia emocional con interfaz de voz?)
- "The Matrix" (1999), de las hermanas Wachowski: “La Matrix es un mundo imaginario creado para mantenernos bajo control.”
(¡Gracias por elegir su simulación! Actualización disponible: versión 2.0 con más ansiedad.)
- "Ex Machina" (2014), de Alex Garland: “¿Cómo se siente ser el único que no está programado?”
(Spoiler: también estás programado. Solo que no te dieron el manual.)
- "Children of Men" (2006), de ALfonso Cuarón: “La única cosa que nos queda es seguir adelante. Vivir día a día.”
(Cuando el futuro se extingue, el presente se convierte en resistencia.)
- "Minority Report" (2002), de Seteven Spielberg: “El sistema es perfecto. La única falla... eres tú.”
- "El Quinto Elemento" (1997), de Luc Besson: “Todo lo que ustedes crean, destruyen. Todo lo que construyen, lo convierten en caos.”
- "Elysium" (2013), de Neil Blomkamp: “Ellos tienen máquinas que curan la muerte. Nosotros tenemos turnos dobles y cáncer sin diagnóstico.”
Pero las óperas espaciales se mantenían activas y nos daban la ilusión de futuros brillantes. Solo pensar en "Volver al Futuro" y tanto optimismo con que mostraba lo que podría llegar.
Y así llegamos también al Anime como filosofía visual:
- "Ghost in the Shell" (1995), de Mamoru Oshii: “¿Qué define a un ser vivo cuando todo lo que lo compone puede ser replicado?”
- "Cowboy Bebop" (1998), de Shinichirō Watanabe: “No hay nada que puedas hacer. El pasado no puede ser cambiado.”
- "Akira" (1988), de Katsuhiro Otomo: “¿Quién necesita un dios cuando tienes poder absoluto?”
- "Serial Experiments Lain" (1998): “La red es el lugar donde todos somos uno... pero también donde todos estamos solos.”
(¡Bienvenido al hiperespacio emocional! Conexión garantizada, intimidad no incluida.)
- "Ergo Proxy" (2006): “La conciencia es solo una ilusión que nos impide aceptar que somos máquinas.”
- "Texhnolyze" (2003): “La evolución no siempre significa progreso. A veces es solo una forma más eficiente de extinguirse.”
- "Psycho-Pass" (2012): “La justicia no es más que el promedio estadístico de la moralidad.”
(¡Gracias por confiar en el algoritmo de tu alma!)
Y todo este existencialismo y construcción de la realidad no solo la encontramos en los medios anteriormente mencionados, si no que también en los videojuegos. Una buena historia puede ser contada desde cualquier rincón del mundo:
Videojuegos como tratados filosóficos:
- "NieR: Automata", de Yokotaro: "Todo lo vivo está diseñado para morir. Estamos atrapados perpetuamente en una espiral infinita de vida y muerte. ¿Será un maldición o alguna clase de castigo? Pienso a menudo en el Dios que nos "bendijo" con este acertijo y me pregunto si tendremos algún día la ocasión para matarlo".
(¡No Nietzsche, cálmate!).
- "Death Stranding", de Hideo Kojima: “La gente construye muros para protegerse... pero también para aislarse.”
(Kierkegaard, aléjate.).
- "SOMA", de Frictional Games: “Si mis recuerdos fueron copiados, ¿sigo siendo yo?”
- "The Talos Principle", de Croteam: “¿Qué significa ser libre si todas mis decisiones están determinadas por mis algoritmos?”
- "Metal Gear Solid 2", de Hideo Kojima: “La censura ya no es necesaria: basta con inundar el sistema con basura.”
- Y obvio, de donde nace toda esta narrativa - "Cyberpunk 2077" de Cd Projekt Red: “La libertad es solo una ilusión bien financiada. Te dejan elegir el color de tu jaula, y llaman a eso democracia.”
(¡Bienvenido al capitalismo emocional!)
Cyberpunk, nuestra próxima realidad:
Consciencias cansadas. Desgastadas. Abrumadas. Un refrito del pasado disfrazado de innovación. La imaginación utópica fue lentamente extirpada, reemplazada por la distopía funcional. El mito del futuro está arraigado al capitalismo moderno: crecimiento desmedido como placebo, fe ciega en la ideología del progreso.
Estamos en 2025… y ese futuro no llegó. El futuro se volvió una amenaza. La imaginación colectiva es incapaz de encontrar alternativas. El aburrimiento y las enfermedades mentales —ansiedad, estrés, insomnio— son parte del algoritmo que nosotros mismos alimentamos en las redes.
La globalización se expande, pero también lo hacen la inseguridad laboral y el miedo a las calles. La mentalidad del “emprendedor” se vende como libertad, pero crece de la mano con el pánico al fracaso. Ya nadie —o casi nadie— se imagina una vida en la naturaleza sin cargar las cadenas que ellos mismos crearon.
Buscamos vacaciones para “descansar la mente”, pero son solo píldoras azules de la Matrix: una ilusión temporal antes de volver al sistema. Ansiedad. Ansiedad. Ansiedad. Debes estar despierto para producir más capital. Ese es el nuevo corolario de nuestros tiempos.
¿Seguridad económica? Arriesga tu dinero. No pierdas tiempo. La vida se convirtió en una carrera económica. Pero cerramos las cortinas, apagamos las luces y seguimos haciendo scroll en el teléfono, deseando la vida de otros.
El internet, esa herramienta que prometía derribar todos los muros de Berlín en la autopista del mundo, hoy es solo otro corporativo que nos conoce mejor que nosotros mismos.
Nuestros padres y abuelos nos prometieron que estudiar una carrera era el camino para “ser alguien”. Hoy, en todo el mundo, veo gente con títulos que no alcanzan ni para tener su propia casa. Peor aún: quienes tienen su carrera… trabajan en otra cosa.
Nos contratan como paquetes por tiempos determinados. Poco a poco nos convertimos en apps. Usan nuestros datos para alimentar esas mismas apps y consumir nuestro tiempo.
Posmodernismo, ansiedad y algoritmos:
Todo esto también forma parte de la inquietud del pensamiento posmoderno. No como estética de la nueva era, sino como ciencia social y cultural. El miedo a no poder separar a los seres humanos de las máquinas se convierte en la única salida dentro de la economía de consumo del nuevo orden capitalista.
Y eso, a su vez, se vuelve absurdo: el individuo solo vive en el presente. El futuro y el pasado ya no tienen importancia. Se pierde la fe en la razón y en la ciencia. Cada vez hay más asincronía con el tiempo: “¡Qué rápido pasó el día!” o “¡Este año pasó volando!”
El ocio se convierte en moneda de cambio, pero al mismo tiempo se rinde culto a la tecnología.
El posmodernismo no es una cultura, sino un proceso observado en muchas partes del mundo. Idolatramos influencers, usamos nuestro raciocinio crítico con memes, minamos criptomonedas, nos emocionamos con el último iPhone y dejamos que eso influya en nuestras vidas.
Nos convertimos en individuos más posmodernos e interesantes en una sociedad que no descansa, donde el fetiche son sus luces.
La clase media abraza la cultura de la autoayuda, el placer inmediato del consumo, el culto al cuerpo. Las narrativas de la meritocracia se camuflan bajo la promesa de una tecnología redentora.
Ya ni sé cuántos niños con parálisis, huérfanos por la guerra o hambrientos por la pobreza han sido “salvados” por likes en Instagram.
El Cyberpunk como advertencia:
El Cyberpunk nace en un cuento de Bruce Bethke en los años 80, relatando la rebeldía juvenil, la autonomía y el control social. El género nos habla de una distopía a la que no deberíamos aspirar. No como nostalgia de costumbres pasadas, ni como romanticismo anti-tecnológico, sino como advertencia de lo que podría avecinarse.
Hoy, el Cyberpunk no es solo tecnología. Es música, es estética, es política. Es el debilitamiento del espacio público, la privatización y automatización de la vida social, la falta de cuestionamiento de la existencia, la identidad como mercancía más importante que la memoria.
Vemos cientos de avatares cibernéticos conectados a smartphones que dictan el nuevo comportamiento humano caminando por las calles. Y aún nos preguntamos por qué la ansiedad, el estrés y la depresión crecen tan rápido como las farmacéuticas en cada esquina de la ciudad.
Es el nihilismo en su estado más fresco, dentro de obras baratas y perfiles inalcanzables en el monopolio de las comunicaciones.
Las megacorporaciones depredan el instinto humano, retratado por la adquisición del alma. Estamos a pasos —solo unos pasos— de que esta distopía se haga factible.
Nuestra red social intenta ser algo reservado. Netflix no nos hace felices. Ambos nos mantienen sedados. Y resulta doloroso no disimularlo, porque somos cobardes.
Metrópolis verticales y sueños horizontales:
Las metrópolis siguen creciendo verticalmente, atrayendo hacia la luz todas las polillas que se queman a fin de mes al gastar su dinero. Mientras tanto, los cazadores de polillas usan sus redes para atrapar sus alas… y su dinero.
La diferencia de clases se acerca. Ya no habrá quien pueda convertir sus sueños en sustancia real. Solo quedarán en sueños. La definición más simple de clase media. Y esta se extinguirá, quedando solo en sueños, ricos y pobres.
Homo-Technologicus:
Mientras otros sueños se vuelven realidad —como el transhumanismo y los chips integrados— evolucionamos y “mejoramos” como especie. Tal como lo acuñó Julian Huxley (sí, hermano de Aldous Huxley). Pero la integración tiene un precio. Y ese precio será la pérdida de la humanidad.
Cada vez más conectados. Cada vez menos conectados. Dejando atrás temas éticos y morales y comezando la ultra era de la estética: menos dolor, más tiempo de vida, menos enfermedades.
Esta será la última etapa de la especie humana: el Homo-Technologicus.
En fin... Mientras espero que la nueva sátira social se vuelva realidad y que la revolución tecnológica llegue a su crisis, seguiré viendo memes de gatos y discapacitados.