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La forma cambia, el propósito se afina.

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Publicado el 10 Oct 2025

De Carolina - ¿Cómo enfrentar una lesión medular? Como cualquier duelo

Es evidente, por donde se quiera mirar, que una lesión medular no solo afecta el cuerpo. Irrumpe en la historia. Detiene el tiempo, lo fragmenta, lo reescribe. Y aunque la medicina se enfoca en la lesión, la rehabilitación verdadera ocurre en la mente. Enfrentar una lesión medular es, en muchos sentidos, enfrentar un duelo. Tanto por lo que se pierde, como por lo que te transforma.

Yo lo viví. Y lo sigo viviendo. Esta ya no es una historia cerrada, capítulos que acaban y preparan el siguiente, es un proceso que se despliega cada día con cada acción que decidimos tomar. Intentaré, como siempre, que este texto no se convierta en una receta. Es un plano emocional, psicológico y filosófico. Es también una invitación a mirar el dolor como guía, aprender a conocer qué es lo que te lastima, más allá de un "no puedo pararme".

Y desde el vamos te digo, no andaré con rodeos. Hoy en día mi relación con el tiempo cambió. Para mí se convirtió en una cuenta regresiva, una que me hace consciente del final de mi existencia. El tiempo cambió su valor y ese miedo de proyectar como podría degenerarse mi cuerpo es mi forma de valorar más el tiempo ya que este dejó de ser mi aliado. No vivo proyectando el mañana, no como base. Vivo entendiendo de la manera más consciente posible que el cuerpo tiene caducidad y por ello debo lograr todas mis metas antes de dejar este plano existencial.

1- El impacto inicial: el golpe invisible:

La ciencia lo llama “shock espinal” o "shock neurogénico". Pero hay otro shock, menos visible: el emocional. La noticia de una lesión medular suele llegar acompañada de palabras técnicas, pronósticos inciertos y una sensación de irrealidad. El cuerpo ya no responde como antes, y la mente entra en una especie de suspensión. Es el momento cero del duelo: la negación.

Según Elisabeth Kübler-Ross, cualquier duelo tiene cinco etapas: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. No son lineales ni obligatorias, pero sirven como mapa. En el caso de una lesión medular, estas etapas se entrelazan con la rehabilitación física, los trámites médicos, las adaptaciones del entorno y la reconstrucción de la identidad.

En mi caso, la negación no fue decir “esto no está pasando”. Fue seguir haciendo planes como si nada hubiera cambiado. Fue pensar que en dos semanas estaría de pie. Fue mirar el cuerpo como si fuera ajeno. Fue buscar alternativas para demostrar al mundo que nada había cambiado: como el deporte, los estudios, los libros, alternativas que realicé por inercia. Como acto de rebeldía frente a lo obvio. Y eso también fue parte de mi proceso.

2- La ira: ¿por qué a mí?:

La ira no siempre se expresa con gritos. A veces se manifiesta como frustración, como silencio, como una mirada que evita el espejo. Es legítima. Es humana. La psicología no la condena; la reconoce como parte del proceso. Enfrentar una lesión medular implica aceptar que hay días en que el mundo parece injusto. Y está bien sentirlo.

Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro necesita tiempo para reorganizarse ante un cambio tan radical. Las emociones intensas son parte de esa reorganización. No hay que reprimirlas, pero sí canalizarlas. Terapias como la cognitivo-conductual ayudan a identificar pensamientos automáticos y transformarlos en narrativas más compasivas.

Yo sentí esa amargura al principio y demasiada rabia. No llegué a cuestionarme el "¿Por qué yo?" en nigún momento, pero si renegué de todas las personas que me prometieron estar conmigo pasara lo que pasara, que cuando las necesitara estarían ahí. Que irían a verme los fines de semana pero después te das cuenta de la mentira de esas palabras y esa rabia la convertí en rechazo hacia todas las personas. Comprometerse a algo tan importante y no hacerlo me marcó definitivamente. Pero terminé entendiendo que somos seres aclanados, todos tienen sus propios problemas y sus propias preocupaciones, nadie te dará el tiempo suyo por que sí, así que perdoné para mi paz mental pero no olvidé. Canalicé esa rabia y la usé para volverme lo más independiente posible, pero de manera emocional principalmente. No necesitar a nadie para contarle mi dolor. Hoy me molesta el optimismo exagerado. Contra las frases hechas. Contra el “todo pasa por algo”. Contra el "tienes que salir adelante". Y aprendí que la rabia no es enemiga de la sanación. Es combustible si se usa con cuidado.

3- La negociación: si hago esto, ¿mejorará?:

Aquí aparece la esperanza. A veces ingenua, a veces poderosa. Es el momento en que buscamos tratamientos, ejercicios, alternativas. Es también cuando aparecen promesas milagrosas y pseudoterapias y hay que reconocerlas y filtrarlas. Estudiarlas antes de tomar una decisión que puede mejorar o empeorar tu vida. Como aquellos que por infiltrarse células madres en la médula terminaron con más dolor. La ciencia invita a tener esperanza informada: confiar en la neuroplasticidad, en la rehabilitación interdisciplinaria, en los avances médicos reales.

Negociar no debe ser entendida como rendirse. Es buscar sentido. Muchas personas encuentran en esta etapa una motivación renovada para aprender, adaptarse, incluso reinventarse. Aquí es donde la experiencia personal se vuelve crucial: cada cuerpo responde distinto, cada historia tiene su ritmo y también las ideas.

Yo negocié con mi cuerpo. Con la fisioterapia. Con la tecnología. Con la creencia en mi mismo. Con el tiempo. Y aunque no todo funcionó como esperaba, cada intento fue una forma de decir: “todavía estoy aquí”. Y por ello tomé la desición de entrar en el mundo de la programación y la robótica. Si puedo ayudarme a mí también puedo ayudar a los demás y volverlo el propósito de mi vida. Aunque siempre teniendo en cuenta el tiempo, ese que te susurra que todo terminará. Pero lo doblegué: si el tiempo solo retrocede, más impulso y valor debe tener mi vida.

4- La depresión: el peso de lo real:

Cuando la adrenalina baja, aparece el vacío. La tristeza profunda. El duelo por la movilidad, por la independencia, por la vida que ya no será igual. Esta etapa es dura, pero no es definitiva. La psicología recomienda no patologizarla de inmediato. Estar triste no significa estar roto, no. ¡Significa estar vivo! Vivo por que quieres vivir y quieres descubrir y quieres hacer. Eres especial y lo sabes. Eres importante, y lo sabes. Eres neceseario para quienes te aman, y lo sabes.

Aquí es donde el acompañamiento emocional se vuelve vital. Psicoterapia, grupos de apoyo, espacios de escucha. También el arte, la escritura, la filosofía, la comprensión, la expresión de cualquier manera que te haga sentido. Porque enfrentar una lesión medular no se trata solo de solo rehabilitar músculos o mejorar una marcha, para nada: es reconstruir el sentido. Y el sentido no siempre se encuentra en la lógica, sino en la expresión. La lógica te invade por que te das cuenta del problema y sus consecuencias, ¡pero basta de seguir perdiendo el tiempo en ello!, basta de seguir recordando días pasados o posibles futuros. Eres quien atravesó el infierno, tocó fondo y hoy sigue adelante. Eres mucho más que muchas personas, pero sobretodo, eres mucho más que antes de tu lesión. Eres la guerrera o el guerrero que lleva como estandarte "Sigo aquí, y más fuerte que nunca", por que nadie vive lo que estás viviendo. Eres la persona más fuerte que has conocido. Ámate y enorgullécete por ello.

En esos momentos, yo me sentí solo. Saqué a todas las personas con promesas vacías y verme solo frente al mundo me destruyó por meses. Pero neciamente solo estaba viendo y no mirando. Tenía a mi familia ahí, dándome mi espacio pero a su vez queriendo compartirlo conmigo y aprendí que no hay nada más valioso para una madre, un padre o un hermano, que le puedas contar tus problemas y ellos, sin darte la solución, comparten tus dudas y preocupaciones, aligerando la propia mochila que quisite cargar de manera solitaria, mientras subías la montaña más alta de tu vida. Después de eso escribí. Leí. Me hundí en películas distópicas, en filosofía existencial, en música que no buscaba levantarme sino acompañarme en la caída. Y descubrí que la tristeza también puede ser fértil. Que hay belleza en la vulnerabilidad.

5- La aceptación: no es resignación, es transformación:

Aceptar no es decir “está bien, así quedaré por siempre", ¡No! Debes cambiar el enfoque a "Desde aquí comienzo de nuevo”. Es el momento en que dejamos de pelear con la realidad y empezamos a convivir con ella. La aceptación no llega de golpe. Se construye. Se cultiva. Y muchas veces, se alcanza cuando dejamos de buscar la versión anterior de nosotros mismos y empezamos a descubrir la nueva.

Desde la psicología positiva, se habla de “crecimiento postraumático”: la capacidad de encontrar fortalezas, vínculos y propósitos nuevos tras una experiencia dolorosa. No es obligatorio. No es manual. Pero es posible. Y en muchos casos, es profundamente transformador. También lo llaman en Psiquiatría la "sublimación". La sublimación parte del impulso o deseo que, en su forma original, podrían considerarse inaceptables socialmente o problemáticos. Pero la idea es que en lugar de reprimirlos (rabia, ira, pena, verguenza), los transformamos en algo positivo y valioso. De esta manera se canaliza la energía en actividades creativas, productivas o constructivas, lo que contribuye al desarrollo personal y bienestar emocinal.

Yo no soy el mismo. Y no quiero serlo. Porque en esta nueva versión hay cosas que antes no veía. Hay vínculos más honestos. Hay una mirada más lenta. Hay una voz que aprendió a decir "no" o “no sé” sin vergüenza. Y eso ha sido parte de mi aceptación. Conozco mis límites físicos y emocionales pero también con ello sé de lo que soy capaz de alcanzar. No lo olvides, conócelo y atrévete. Estamos en un mundo en donde siempre se pierde y se sufre, y tú, que lo sabes más que nadie, tienes el poder en tus manos de intentarlo una vez más.

6- El duelo como camino, no como obstáculo:

Enfrentar una lesión medular como un duelo no significa, y lo vuelvo a repetir, rendirse. Es un duelo, es una pérdida como cualquier otra pérdida humana. Pero sí significa reconocer que hay una pérdida, sí, pero también una posibilidad. La posibilidad de reconstruirse, de reinventarse, de narrarse de nuevo. Recuerda, reconocer la pérdida. Grábatelo y desde ahí actúa.

La ciencia nos da herramientas. La psicología nos da mapas. Pero la experiencia nos da voz. Y esa voz merece ser escuchada. Cada cuerpo lesionado es también un cuerpo que resiste, que aprende. Que transforma y da ejemplo. Ejemplos que demuestran el poder del ser humano que no se rinde, el poder de seguir adelante ante la adversidad más cruel y aun así entregar una sonrisa y una mirada amable. Seguir adelante. Cada persona con una pérdida, y no solo una lesión medular, es el ejemplo de perserverancia y de por qué seguimos vivos como especie humana.

Y si estás leyendo esto desde el dolor, desde la incertidumbre, desde el inicio del duelo, quiero decirte algo: no estás solo. Tu historia importa. Tu proceso importa. Y aunque el camino sea difícil, también puede ser profundamente humano.

No estás solo.